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07-07-21-Suelta ya el victimismo

Una de las distinciones que más me gustan y que, en mi experiencia, es más difícil de explicar es: víctima versus responsable.

De hecho, hace un año publiqué un artículo en este mismo blog que se llamaba Yo soy el responsable. En él explicaba que ser responsable es tener la habilidad de respuesta frente a una situación.

Ser responsable es mirar hacia delante. No se trata de buscar el culpable o causante de algo, sino ver cómo lo resolvemos, qué hacemos a partir de lo que tenemos frente a frente.

También expliqué que lo que nuestros padres nos han enseñado como definición de ser responsables es otra cosa, algo que tiene más que ver con ser previsores, ir con cuidado, pensar en las consecuencias de lo que hacemos…

Bien, hoy quiero hacer énfasis en la palabra victimismo, en una acepción más amplia de lo habitual de este concepto.

Y es que si hablamos de víctima todos pensamos en alguien que ha sufrido algo que nos parece injusto. Por eso hablamos de víctimas de terrorismo, víctimas de malos tratos, víctimas de un robo… o simplemente personas que tienen una actitud de pobre de mí, explicando todo lo malo que les sucede en la vida.

Yo voy a dar, como decía, una acepción más amplia del concepto víctima: el de reportero. ¿A qué me refiero con eso?

Un reportero (por ejemplo, en el telediario), es una persona que está normalmente en el lugar en el que sucede la noticia y nos cuenta lo que está pasando.

Fíjate en esas últimas palabras: “… y nos cuenta lo que está pasando”. ¿Tiene el reportero algo que ver con lo que sucede o simplemente está narrando lo que ve, lo que oye, lo que ocurre?

Una persona víctima (como el reportero) cuenta su vida como si la estuviera sufriendo (o disfrutando, ahora voy a eso), no como si la protagonizara. Me explico mejor: la clave de una víctima es que él o ella no tiene nada que ver con lo que ocurre en su vida, simplemente las cosas le suceden.

Así, ya tenemos una primera cosa clara: cuando vas por el mundo como una víctima, no eres el protagonista ni el director de la película de tu vida, sino un espectador que sufre las consecuencias de lo que la vida te trae. Eres un mero sujeto pasivo.

Y aquí viene algo interesante: dentro de esta definición de víctima cabe la posibilidad de que te pasen cosas que consideras malas, pero también cosas que consideras buenas.

Haré un matiz: digo “cosas que consideras malas o buenas” y no digo “cosas malas o buenas”, porque realmente todo en esta vida es susceptible de ser interpretado subjetivamente como positivo o negativo.

Te pondré un ejemplo: ¿es bueno o malo morirse? Seguramente todos estaríamos de acuerdo en pensar que es algo negativo. Se supone que todos queremos seguir viviendo y que consideramos la muerte como algo malo porque se acaba el juego. Pero si alguien está gravemente enfermo y está sufriendo, ¿que se muera sigue siendo tan malo o podemos verlo como un alivio, pensando que así deja de sufrir?

Así que, volviendo al tema que nos ocupa, puedes ser una víctima de la vida (es decir, las cosas te suceden, no las creas tú), tanto si lo que te ocurre es algo que consideras negativo como si lo consideras positivo.

Muchas personas van por el mundo quejándose de que el universo les tiene manía (como decía aquel concursante de la primera edición de Gran Hermano, cuando gritaba amargamente: “¿Quién me pone la pierna encima para que no levante cabeza?”). Y también hay personas que dicen tener buena suerte en la vida, alegando que poseen una flor en el culo.

En ambos casos se están posicionando como víctimas. Obviamente, las primeras lo viven peor porque les parece injusto y deprimente que les sucedan tantas cosas negativas. Mientras que las segundas lo viven con ilusión, pues creen que han sido tocadas por la mano de Dios.

Unas y otras tienen un hándicap o inconveniente: piensan que no tienen el poder de crear su vida; piensan que deben vivir lo que les ha tocado, sea bueno o malo.

Como casi todo en la vida, el planteamiento anterior no es cierto ni falso. Tan sólo es una interpretación de la realidad, una mera hipótesis de partida. Y según cuál sea la hipótesis, vamos a vivir una vida diferente.

Si yo me veo como una víctima de la vida (según lo que acabo de exponer), no creo tener ningún poder para hacer que las cosas que no me gustan cambien ni para hacer que las cosas que sí me gustan se repitan. De esta forma, me frustro, me desempodero y me termino resignando a vivir “lo que me ha tocado”.

En cambio, si me veo como responsable (o incluso como la fuente, lo cual explicaré con más detalle en un próximo artículo), entonces puedo pensar en qué cosas hacer o dejar de hacer para ir por la vida que quiero.

Ser víctima es una decisión, aunque muchas veces sea inconsciente. Yo elijo verme como creador de mi vida o, por el contrario, elijo verme como quien sufre la vida que me viene dada.

La primera opción me permite tomar acciones hacia la vida que quiero. La segunda, me obliga a resignarme con lo que me ha tocado vivir.

Y como siempre he defendido la idea de ir por una vida WOW, una vida que me llene día a día, yo elijo la primera opción, la de verme como el responsable y como la fuente de mi vida. Y te animo a que sueltes ya el victimismo, si es que aún te aferras a él.

Feliz semana.

 

Por Manu Ramírez

Director General ESINEC

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