Probablemente hayas escuchado más de una vez este dicho, o incluso quizás lo hayas dicho tú en alguna ocasión, al escuchar a alguien cantar.
Acostumbro a no querer usar demasiado estos dichos o refranes porque, en muchos casos, representan creencias que, de alguna manera, se han quedado enquistadas en la mente colectiva y actúan de forma inconscientemente despiadada.
Pero en este caso concreto, quiero hacer una excepción, porque no es un dicho que vaya del todo desencaminado. Simplemente, se le pueden hacer matices; explicarlo algo mejor.
Seguro que no te sorprendo ni te descubro América si te digo que está comprobado que actividades como bailar o escuchar música tienen un beneficio directo a nivel emocional: nos ayudan a canalizar emociones, a gestionarlas e incluso a desbloquearlas.
Pues bien, ese mismo poder lo tiene nuestra voz, sin necesidad que tengas que “saber cantar” (aquí podríamos entrar a debatir qué es saber cantar, etc., pero entonces esto en vez de una entrada de blog se podría convertir en un libro, y no es necesario).
Todos tenemos la capacidad de emitir sonidos a través de nuestra voz, ya sea de forma hablada o de forma cantada. ¿Quién no ha tarareado alguna vez? ¿Quién no ha cantado a pleno pulmón la canción icónica del verano?
Nuestra voz, como instrumento, tiene un poder y un potencial enormes para ayudarnos con nuestras emociones. Y ojo; quizás estés pensando ahora en emociones que consideras “negativas”, pero también nos puede ayudar con las emociones consideradas “positivas”, porque no siempre sabemos gestionarlas.
Pero, a ver, vayamos por partes, que me emociono y me disperso un poco (jeje): nuestra voz representa uno de los recursos propios más desvalorados. Aprendemos a hacer uso de ella desde bien pequeños, tanto para hablar como para cantar, pero no nos damos cuenta de que ese recurso nos puede ser de gran utilidad.
¿Y por qué? Pues porque con la voz somos capaces de expresar diferentes emociones y esta es una característica que juega a favor de nuestra salud y bienestar emocional.
Seamos sinceros: no siempre sabemos qué emociones sentimos, no siempre sabemos expresar lo que estamos experimentando e incluso, algunas veces, tendemos a querer huir de eso que estamos sintiendo e intentamos guardarlo en una cajita de, donde esperamos, no vuelva a salir (aunque no hace falta que te diga qué sucede, ¿verdad?)
La gestión emocional y las estrategias que se le asocian son un mundo apasionante. Existen técnicas, procesos, ejercicios, meditaciones, y demás que podemos aprender para poner en práctica en nuestro día a día.
Pero no todo está en libros de autoayuda, cursos, citas con el psicólogo o el terapeuta; es decir, en el exterior. En nuestro interior poseemos una herramienta muy útil para trabajar con esas emociones; tan solo hacen falta dos cosas: atreverse a experimentar y contar con alguien que nos pueda guiar.
Usar la voz como herramienta para gestionar las emociones es un proceso que resulta liberador y sanador, y nos puede abrir la puerta a todo un mundo de mejora y evolución personal.
La idea general es aprender a canalizar a través de nuestra voz esas emociones que a veces nos cuesta definir, o que han quedado enquistadas o que no sabemos cómo expresar.
Porque quizás no sabemos cómo expresar dicha emoción, pero sí que sabemos lo que sentimos, porque lo estamos sintiendo. Si necesitamos que esa emoción que se nos está atravesando se aligere, sane o se transforme, podemos conectar con esa sensación y dejar que salga a través de nuestra voz, a través de una canción.
De esta forma, estamos expresando la emoción y nos permitimos trabajarla, sentirla, sacarla de dentro, darle su espacio y su atención y permitir que avance. Y, de paso, también nos permitimos a nosotros/as mismos/as avanzar.
Por eso, al cantar somos capaces de espantar nuestro mal, como dice el refrán al que me he referido antes, pero también somos capaces de gestionar nuestra euforia, de respetar nuestra tristeza, de darle forma nuestra alegría, de aliviar la ansiedad…
Te animo a que busques la manera de aprender a expresarte usando tu voz, dejando que salga (¡da igual si afinas más o menos, tú dale!) y permitiéndote sentir todas las sensaciones y emociones que en ese momento estén preparadas para salir.
Cántale a la vida y libérate.
Feliz semana,
Aitor Díaz
Felicidades por el artículo!!!! Yo creo que todos cantamos en un momento u otro, solos en la ducha por ejemplo (que me parece genial porque limpias dentro y fuera, es una canalización de energía quizás no muy buena que sacamos y limpiamos, un dos en uno muy apañao 😉) e incluso tarareando sin darte cuenta alguna canción o melodía de esas que dices “no me la saco de la cabeza”: quizás es por algo, una pequeña pista que ya la vida nos da. 💞
Hola Aitor,
Tienes mucha razón, al igual que el dicho….!Quien canta su mal espanta!!
Y con ello gestionamos muchas de nuestras emociones la tristeza, la alegría, etc..
Asun