Dice la canción El rey, de José Alfredo Jiménez:
“…Una piedra en el camino
Me enseñó que mi destino
Era rodar y rodar…”
Y es que podemos ver las vicisitudes de la vida como auténticas putadas y quejarnos, clamando al cielo: “¿Quién me pone la pierna encima para que no levante cabeza?”, como dijera Jorge Berrocal en tantas ocasiones.
O bien podemos verlas como pruebas de fuerza y de resistencia; es decir, como una forma que tiene el universo, la vida, o como lo quieras llamar, de verificar si estamos seguros de querer lograr esas metas que decimos ansiar.
“Una piedra en el camino me enseñó que mi destino era rodar y rodar”.
Quizás lo que a veces vemos como piedras no son más que retos, obstáculos dispuestos de forma ingeniosa por aquel que se ríe de nuestros planes (recuerdo la frase de Albert Einstein: “Dios no juega a los dados con el universo”).
Aunque en realidad esa afirmación suele entenderse de forma equivocada al sacarla de contexto, pues el nobel de física realmente estaba criticando la mecánica cuántica (concretamente, el principio de incertidumbre de Heisenberg). No estaba hablando de que existiera un destino predeterminado.
Sea como fuere, y ya que no conocemos la realidad (siempre digo que mejor baje Dios y me la cuente él, que yo no distingo entre lo que es cierto y lo que no), podemos inventarnos una que nos empodere o una que nos desempodere.
Puestos a elegir, llámame tonto, prefiero la que me empodera. Así que elijo pensar que las piedras que me voy encontrando en el camino están ahí no por casualidad, no para joderme la vida, sino para que aprenda alguna valiosa lección.
Cuando me encuentro una dificultad, en vez de preguntarme amargamente: “¿por qué a mí?”, lo que me cuestiono es: “¿qué quiere la vida que aprenda ahora?”.
Requieres tener una mente optimista para hacer lo anterior. He hablado de ello en otros artículos, como Inteligencia Positiva o No sin mi optimismo. Claro está que lo primero que sientes cuando ves una dificultad es frustración, rabia o miedo. Pero si logras superarlo y buscar la parte positiva al evento, entonces estás demostrando una inteligencia adaptativa que te acerca a tu meta.
Para enfrentarme a esas piedras (que a veces son como chinitas en el zapato, que no matan, pero joden igual, y otras veces parecen rocas enormes) utilizo la técnica de la visualización de una forma muy concreta. Te explico…
Me imagino a mí mismo como una flecha. Una flecha sale disparada del arco después de que el arquero ha hecho básicamente dos cosas: apuntar y tensar el arco en dirección contraria a donde quiere mandar la flecha. Hay aquí dos conceptos que me resultan interesantes.
El primero es apuntar. Parece una tontería. Es abrumadoramente lógico. Y sin embargo hay muchas personas que no saben definir qué quieren, que con la excusa de fluir se dejan arrastrar por la marea. Y entonces pasa lo que pasa: que quien no sabe a dónde va puede acabar en cualquier parte.
Si quieres poder sortear casi cualquier obstáculo, define claramente cuál es tu meta. Piensa en ella día y noche, obsesiónate y visualízate consiguiéndola. Haz mucho hincapié en lo que ves, en lo que oyes y en cómo te sientes. Trata de identificar algún olor especial, o algún sabor (si es que eso tiene sentido en la meta que estés tratando de lograr).
El segundo concepto es tensar el arco en dirección contraria a donde quieres mandar la flecha. A veces parece que, en vez de acercarnos a nuestros objetivos, nos vamos alejando de ellos. Y puede ser que así sea, pues hay ocasiones en las que antes de avanzar necesitamos dar un paso atrás para coger impulso.
Podemos identificar las piedras del camino precisamente como esa tensión hacia atrás, como esos elementos que nos alejan temporalmente de nuestras metas, pero que son necesarios porque nos enseñan algo importante.
La vida no es como es, sino como la vemos. Si nos empeñamos en verla como una carrera de obstáculos, entonces todo nos resultará complicado. En cambio, si la vemos como una oportunidad de aprendizaje continuo, disfrutaremos de nuestra existencia.
En realidad, ¿quién sabe cuál es la verdad? ¿Y si todo fuera una posibilidad abierta a interpretaciones? En ese caso, yo elijo verme como una flecha que sabe hacia dónde va, que aprovecha cada tensión para coger más fuerza y salir disparada hacia su destino.
Para terminar, quiero recordar cómo sigue la canción. Pues después de aprender que mi destino era rodar y rodar, dice así:
“…Después me dijo un arriero
Que no hay que llegar primero
Pero hay que saber llegar…”
Dicho queda. Sólo es un punto de vista, no sé si es la verdad. Pero coincido con don José Alfredo en que no se trata de llegar primero, sino de saber llegar.
Y para llegar requieres tener claro hacia dónde vas, tener una gran ilusión por hacerlo y tener Fe en que puedes conseguirlo.
Es simple, aunque nadie dijo que fuera fácil.
Feliz semana,
Por Manu Ramírez
Director General ESINEC
Pues haremos una montaña con las poedras del camino para salir del agujero…
Sabias reflexiones y gran metáfora de la canción!! Una Vez más , muchisimas Gracias Manu por enseñarnos el camino de la flecha.. 👍🏻👍🏻❤️
Manu m’ha semblat força interessant aquest article. Puc constatar que, jo ere de les persones que sempre veien les pedres al camí, i desde fa un temps, he après a aturar-me, donar-li la volta i busca la part positiva o sigui “el regal” que em porta la situació.
Me gustó el final: hay que saber llegar, disfrutando todo lo que se pueda del camino, aprendiendo a digerir las bajadas o caídas. Feliz dia
Deseando empezar a quitar piedras de mi camino !!